Volver del Agua
Estoy contenta porque volví.
O no tanto por volver sino por haberme ido, para poder volver.
Entonces estoy contenta porque me fuí.
Y volví.
Elegí perderme en alguno de los brazos de este monstruo acuático de tres o mas bocas para encontrarme en alguna de ellas, aún cuando antes no hubiera estado allí.
Estoy feliz por haberme hecho el tiempo, las ganas, las fuerzas, el ánimo y el regalo de ser yo misma una vez más y desde lo profundo.
Como en una constante asocio mis paisajes imaginarios o preferidos con el agua a pesar de no ser mi elemento preferido.
(Porque los barcos me marean, no hay caso...).
Por ejemplo, me piden que imagine una casa en el bosque y al hacerlo le agrego un río o una cascada cerca.
Una casa en la montaña y ya estoy escuchando el deshielo caer derretido.
Me hablan de lluvia y asocio con algo bueno, mágico, romántico, especial, maravilloso, atrayente.
Y así.
Es que como el sol, el agua genera en mí una fuerza renovadora casi como la de rito bautismal.
El agua con su presencia habla de vida, y en ese sentido me es indistinto que se encuentre ya en la tierra o que baje del cielo.
Como casi todo lo que existe conserva esa dualidad que nos constituye a todo lo viviente.
Por un lado sustenta y alimenta conservandonos en la existencia. Por el otro es destructiva y arrasa.
Alguien me dijo esta mañana, mientras la lancha avanzaba hacia el puerto generando olas que golpeaban en las maderas de los muelles, inundando parte del terreno adyacente o moviendo las embarcaciones amarradas con violencia:
"¿Te das cuenta? Esta gente se pasa la vida entera luchando en forma desigual contra el agua. Batalla perdida de antemano porque inevitablemente algo estará mojado, o sucio de barro. Siempre y cuando el agua no los inunde.".
Claro.
Y también gozarán de sus beneficios: el verde de su vegetación, la paz de su presencia, el reflejo de luces y luna en su superficie, el alivio en momentos de calor, en fin...
En el Tao el agua encarna la fuerza de lo que es débil, porque las aguas de un arroyo tanto se pueden dividir para rodear una roca, el palo de un muelle, una embarcación o cualquier objeto que las enfrente... como también pueden arrastrarlo.
A veces en forma lenta y segura. Otras con violencia. Dos caras.
Dualidad del ser y el existir.
Lo valioso y lo que no lo es concentrado en uno de los elementos de la naturaleza. Igual que en los tres restantes.
Maravilla divina plasmada en la naturaleza viviente.
Así, sumergida visualmente y por momentos hasta las botas, en las aguas del Delta, seguí una vez más, como desde hace ya unos años, buscando el significado de la vida.
De mi vida y de la de quienes me acompañan en el trayecto..
Por eso en estos días he tenido un "nuevo inicio" de los que me sorprenden distraída en estos meses de renacimiento personal.
De la dualidad que me constituye y me enriquece.
Sin otro juicio que el de disponer libremente de mis horas, de mi frío o calor, de las ganas de estar o andar, de comer o dormir.
Ha sido un verdadero remanso. Es verdad que lo necesitaba.
Estoy alegre por el lugar porque es precioso y valía la pena conocerlo.
Y a su gente.
Feliz de haber viajado. Cerquita pero viaje al fin, como a mi me gusta.
Llovió sin mojar y los pronósticos mas extremos fallaron porque la inundación fue apenas algunas partes de terreno con agua.
Hubo sudestada pero nadie se ahogó.
Hubo sol y calorcito para el domingo. Y el diario que me prestó Titina para leer en el jardín.
Un perro marca "abandonao" que me siguió hasta el muelle esta mañana y me miró irme largamente hasta que no lo vi mas.
También frío y un buen fuego de hogar en la noche del sábado.
Hubo música y silencio.
Tortilla de papas en la noche del Domingo.
Gente amable y de la otra. Como en botica.
Y en el agua del río, que según leí en algún lado, significa el deslizar de la vida que se va.
Y de lo nuevo que viene, seguramente también (aunque no lo decía), lo que el agua trae.
¿Será?
O no tanto por volver sino por haberme ido, para poder volver.
Entonces estoy contenta porque me fuí.
Y volví.
Elegí perderme en alguno de los brazos de este monstruo acuático de tres o mas bocas para encontrarme en alguna de ellas, aún cuando antes no hubiera estado allí.
Estoy feliz por haberme hecho el tiempo, las ganas, las fuerzas, el ánimo y el regalo de ser yo misma una vez más y desde lo profundo.
Como en una constante asocio mis paisajes imaginarios o preferidos con el agua a pesar de no ser mi elemento preferido.
(Porque los barcos me marean, no hay caso...).
Por ejemplo, me piden que imagine una casa en el bosque y al hacerlo le agrego un río o una cascada cerca.
Una casa en la montaña y ya estoy escuchando el deshielo caer derretido.
Me hablan de lluvia y asocio con algo bueno, mágico, romántico, especial, maravilloso, atrayente.
Y así.
Es que como el sol, el agua genera en mí una fuerza renovadora casi como la de rito bautismal.
El agua con su presencia habla de vida, y en ese sentido me es indistinto que se encuentre ya en la tierra o que baje del cielo.
Como casi todo lo que existe conserva esa dualidad que nos constituye a todo lo viviente.
Por un lado sustenta y alimenta conservandonos en la existencia. Por el otro es destructiva y arrasa.
Alguien me dijo esta mañana, mientras la lancha avanzaba hacia el puerto generando olas que golpeaban en las maderas de los muelles, inundando parte del terreno adyacente o moviendo las embarcaciones amarradas con violencia:
"¿Te das cuenta? Esta gente se pasa la vida entera luchando en forma desigual contra el agua. Batalla perdida de antemano porque inevitablemente algo estará mojado, o sucio de barro. Siempre y cuando el agua no los inunde.".
Claro.
Y también gozarán de sus beneficios: el verde de su vegetación, la paz de su presencia, el reflejo de luces y luna en su superficie, el alivio en momentos de calor, en fin...
En el Tao el agua encarna la fuerza de lo que es débil, porque las aguas de un arroyo tanto se pueden dividir para rodear una roca, el palo de un muelle, una embarcación o cualquier objeto que las enfrente... como también pueden arrastrarlo.
A veces en forma lenta y segura. Otras con violencia. Dos caras.
Dualidad del ser y el existir.
Lo valioso y lo que no lo es concentrado en uno de los elementos de la naturaleza. Igual que en los tres restantes.
Maravilla divina plasmada en la naturaleza viviente.
Así, sumergida visualmente y por momentos hasta las botas, en las aguas del Delta, seguí una vez más, como desde hace ya unos años, buscando el significado de la vida.
De mi vida y de la de quienes me acompañan en el trayecto..
Por eso en estos días he tenido un "nuevo inicio" de los que me sorprenden distraída en estos meses de renacimiento personal.
De la dualidad que me constituye y me enriquece.
Sin otro juicio que el de disponer libremente de mis horas, de mi frío o calor, de las ganas de estar o andar, de comer o dormir.
Ha sido un verdadero remanso. Es verdad que lo necesitaba.
Estoy alegre por el lugar porque es precioso y valía la pena conocerlo.
Y a su gente.
Feliz de haber viajado. Cerquita pero viaje al fin, como a mi me gusta.
Llovió sin mojar y los pronósticos mas extremos fallaron porque la inundación fue apenas algunas partes de terreno con agua.
Hubo sudestada pero nadie se ahogó.
Hubo sol y calorcito para el domingo. Y el diario que me prestó Titina para leer en el jardín.
Un perro marca "abandonao" que me siguió hasta el muelle esta mañana y me miró irme largamente hasta que no lo vi mas.
También frío y un buen fuego de hogar en la noche del sábado.
Hubo música y silencio.
Tortilla de papas en la noche del Domingo.
Gente amable y de la otra. Como en botica.
Y en el agua del río, que según leí en algún lado, significa el deslizar de la vida que se va.
Y de lo nuevo que viene, seguramente también (aunque no lo decía), lo que el agua trae.
¿Será?
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