No

(...de Máx Ballester)

Porque al leerlo sentí que era esto.
Justamente.
Gracias Max

"La noche y todo ese espejo roto
que es el cielo
no guardan un sitio para mí
que ando de nadie en nada
en no lugar
ni encajo perfectamente en mi sombra
ni me parezco en nada
a lo que reproducen las vidrieras
el hecho de ser yo en cada cosa
no anula mi sentido esencial de no existencia".

Máximo Ballester
Musas Extraviadas

Ella

Ella tiene la mala costumbre de la memoria selectiva.
No hay caso...

Vaga entre tus silencios, justifica tus ausencias e inventa nombres raros para cada falta de amor. Juega a no ver tus engaños, no escucha lo obvio, calla en voz baja por miedo a perder. Rebusca entre los pliegues de tus estados de ánimo las cuatro excusas que necesita para vencer el temor a olvidarte. Camina descalza esquivando los vidrios rotos del desinterés recurrente con un ángel disfrazado a su lado que susurra razones que aplazan indefinidamente finales necesarios.

Se aferra a vuelos esporádicos un poco perdida en la noción del tiempo continuo, ha olvidado la ternura del amor de cada día, elude el recuerdo del afán de los seres apasionados. Las despedidas encubren una incógnica sin demasiada esperanza a la se acostumbró a pintar de colores suaves creando mil Mandalas. Amuletos de regreso. A la pérdida no se acostumbra aún cuando no haya tenido nada. Ampara su espera en el discurso repetido de lo vivido apelando al milagro que no llega. Evita dormirse, los sueños le revelan. Y no quiere.

Te busca en la oscuridad de la noche a solas, engañando la duda con promesas que nadie recuerda. Entretiene los vacíos sin notar que los días se pierden en tus llamados silentes. Cuando te nombra no habla de ti. Un ser extraño, lleno de atenciones y detalles amorosos ocupa tu espacio. En su imaginación muchas veces llevas ropas que jamás rozaron tu piel. Guerrero incansable, Protector incondicional, Amante fiel, Mago intuitivo.

Recrea tu imagen con gestos y sentimientos que roba a otros para evitar confrontar la verdad. Se conforma con fantasías que le prestan historias que no le pertenecen, confundiendo imágenes, trucando sensaciones en recuerdos, aliviándose a sí misma con el cuento de tu sabiduría milenaria.

A veces despierta. Abre los ojos. Intenta caminos que la alejen de los disfraces egoístas que te nombran. Se esfuerza, desangra y promete con lo poco que le queda de aliento, huir de todos tus fantasmas. Verdaderos o falsos. Es cuando la veo dar vueltas en redondo bailando una danza sin sentido.

Una nueva noche se disuelve esperando lo que no hay. Si no lo provoca no lo tiene. Demasiado esfuerzo por vencer un desinterés que no quiere ser convocado. Se lo escribo en un cuaderno rojo apelando al día en que pueda leerme. Ha transformado el amor que siente en una jaula oxidada que le atrapa el alma y el cuerpo.

Me apena.
Me enoja.
Casi siempre me sorprende y,
mas que nada… en este sábado que se muere…
me da inmensa lástima.

Vos también.

Estas llegando

Es verdad. Di vueltas sobre mi misma intentando descifrarme. Hice el esfuerzo el día entero. Lo más difícil no es quién soy, sino qué quiero. Perdida recorro a tientas el único camino que conozco. Me lleva hasta tus manos. Es cuando me enojo conmigo, con vos, con todos.

Mi deseo por sobre las razones no entiende de conveniencias, ignora las causas y se hamaca en la fantasía de creerte sabiendo incluso que cada palabra tuya es una verdad a medias. La realidad es una trampa envolviéndonos por completo. Casi niebla.

Sería mas simple cerrar los ojos que perpetuar el juego a equivocarme. Sería mas astuto tapar con mis manos los oidos cantando a gritos rondas infantiles para distraer la pulsión. Sería hasta mas sagaz de mi parte involucrarme en causas que no me pertenezcan ni te rocen. Pero mi mano derecha se apoya suave en el centro de mi pecho y lo que allí se esconde es más fuerte. Por eso...

Me declaro culpable de buscarte una y otra vez. Me acuso de envolverte con mi voz hasta despertar el deseo. Transito ese camino guiándome con tu olor, aún a la distancia. Detengo el tiempo, escondo los pendientes, ignoro las llamadas de atención. Inundo mis pulmones con el olor a lluvia próxima y desvarío.

Comienzo a prepararme intuyendo tu proximidad, a minutos apenas del instinto, casi llegando. Purifico mi piel con aromas envolventes. Mi plan es marearte. Para repetirnos nuevamente en sagrada ceremonia.

La muerte sin fin

Cada encuentro y su despedida
es una muerte,
con final incierto.
Resucitamos una y otra vez,
extendiéndonos así en el adiós final.
Muerte circular que nos rodea,
por débiles, por tontos, por amor...
o por lo que fuera.

A los otros:
¡Felices Pascuas de Resurrección Eterna!
Y un poema hermosísimo
para compartir en esta
"Muerte sin fin"
de Jaime Sabines

No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto , interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mi, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Poemas de Jaime Sabines