Atrapasueños I
Entonces cada día veinte, en el mes de enero, Abril se acostumbró a atrapar sueños dentro de una botella verde que contenía al tiempo.
Se acercaba sigilosa hasta la arena de la playa y esperaba que la marea los trajera distraída. La espera era paciente porque valía la pena.
Cuando el agua de sal entraba en el verde confiada ella depositaba sus sueños en aquella inmensidad aprisionada misteriosamente. La mantenían con vida cada año. Hasta la próxima solitaria ceremonia anual.
El año había pasado. Por eso fue que Abril creyó que iba a suceder lo mismo.
Pero no.
Al abrir los ojos estaba parada frente a una ventana semiabierta desde la que apenas se podía ver un pedazo de una ruidosa calle muy deteriorada.
Del mar que dejaba que los sueños mojaran sus pies junto a la orilla sólo se veía una foto, muy lejos, en algunos de los carteles excesivos de la avenida próxima. Las bocinas y los gritos callejeros no alcanzaban a confundir los sonidos caracólicos. El chiquilín que en el rojo del semáforo se ganaba unos pesos o un insulto lavando vidrios, no ayudaba demasiado.
Esta vez la botella no fue arrimada, ni el agua seducida, ni la paciencia probada.
Abril tampoco tenía ya ganas de soñar...
By Abril Lech@
Se acercaba sigilosa hasta la arena de la playa y esperaba que la marea los trajera distraída. La espera era paciente porque valía la pena.
Cuando el agua de sal entraba en el verde confiada ella depositaba sus sueños en aquella inmensidad aprisionada misteriosamente. La mantenían con vida cada año. Hasta la próxima solitaria ceremonia anual.
El año había pasado. Por eso fue que Abril creyó que iba a suceder lo mismo.
Pero no.
Al abrir los ojos estaba parada frente a una ventana semiabierta desde la que apenas se podía ver un pedazo de una ruidosa calle muy deteriorada.
Del mar que dejaba que los sueños mojaran sus pies junto a la orilla sólo se veía una foto, muy lejos, en algunos de los carteles excesivos de la avenida próxima. Las bocinas y los gritos callejeros no alcanzaban a confundir los sonidos caracólicos. El chiquilín que en el rojo del semáforo se ganaba unos pesos o un insulto lavando vidrios, no ayudaba demasiado.
Esta vez la botella no fue arrimada, ni el agua seducida, ni la paciencia probada.
Abril tampoco tenía ya ganas de soñar...
By Abril Lech@
3 Comments:
Somos varias las que hace tiempo dejamos de soñar...
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