Llueve en Domingo
Llueve en Buenos Aires de una manera quejumbrosa.
Por eso he corrido a la ventana para dejar grabadas las gotas de este domingo oceánico en que el Universo se ha obstinado en sumergir viejos y nuevos dolores intentando con ello disminuir su poder sobre las almas.
Hace más de una semana que llueve de esta manera. Pero hoy es domingo. Y eso convierte este temporal en un aguacero desvergonzado e insolente.
Quienes tienen parejas se abrazan con mayor pasión, quienes aún la buscan sienten crecer el deseo, los que descansan en abúlica paz ven alterada tanta tranquilidad apática, difícil permanecer indiferente. Truenos, relámpagos, ráfagas sollozantes, y una ventisca persistente obligan, despiertan locuras, sacuden y conmueven.
Llueve en Domingo.
Mi corazón viaja imaginariamente hacia otras lluvias donde el amor inundaba una ciudad entera con cada gota que caía delirante sobre el pavimento. Combates húmedos e incontinentes, donde los zapatos no debían mojarse y un ángel de carne y hueso custodiaba protector mis tormentas personales.
Tempestades existenciales ingenuas y honradas.
Sin tiempos ni distancias húmedas. Lejos del silencio de esta tarde de gotas apretadas.
La lluvia de esta tarde no calma, ni libera. No tiene la fuerza de aquellas que abonaban, desbordando, fluyendo, vaciando e inundando al mismo tiempo.
Este domingo de aguacero continuado simplemente empapa.
Dulcifica el abandono. Atenúa el desamparo. Aplaca el quebranto.
Pero no alcanza para mitigar tus reiterados descuidos.
Por eso he corrido a la ventana para dejar grabadas las gotas de este domingo oceánico en que el Universo se ha obstinado en sumergir viejos y nuevos dolores intentando con ello disminuir su poder sobre las almas.
Hace más de una semana que llueve de esta manera. Pero hoy es domingo. Y eso convierte este temporal en un aguacero desvergonzado e insolente.
Quienes tienen parejas se abrazan con mayor pasión, quienes aún la buscan sienten crecer el deseo, los que descansan en abúlica paz ven alterada tanta tranquilidad apática, difícil permanecer indiferente. Truenos, relámpagos, ráfagas sollozantes, y una ventisca persistente obligan, despiertan locuras, sacuden y conmueven.
Llueve en Domingo.
Mi corazón viaja imaginariamente hacia otras lluvias donde el amor inundaba una ciudad entera con cada gota que caía delirante sobre el pavimento. Combates húmedos e incontinentes, donde los zapatos no debían mojarse y un ángel de carne y hueso custodiaba protector mis tormentas personales.
Tempestades existenciales ingenuas y honradas.
Sin tiempos ni distancias húmedas. Lejos del silencio de esta tarde de gotas apretadas.
La lluvia de esta tarde no calma, ni libera. No tiene la fuerza de aquellas que abonaban, desbordando, fluyendo, vaciando e inundando al mismo tiempo.
Este domingo de aguacero continuado simplemente empapa.
Dulcifica el abandono. Atenúa el desamparo. Aplaca el quebranto.
Pero no alcanza para mitigar tus reiterados descuidos.
1 Comments:
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