Unplugged
Miércoles de Otoño. Bastante frío.
Las nueve de la noche avanzadas fuera del teatro.
Entrenábamos con Joy, faltaba todavía para mi escena.
Yo terminaba la penúltima frase de un escrito donde justamente hablaba de vos.
Había necesitado todo el día ese espacio pequeño de soledad interna para volcar aquellas líneas.
Entonces el teléfono vibró silencioso dos veces con tu nombre.
Y dos más, entre medio, con un número desconocido que luego supe que era el de Andrea.
Tanto tiempo sin que aquellas letras se dibujaran en ese orden específico en el visor de mi pantalla me dejó algo paralizada.
Mi certeza: no debía atender.
Mi desconcierto: las sensaciones venían hacia mí en aquel momento.
Luego un mensaje de texto.
Impersonal. Frío. Apático. Disociado y vacío...
Palabras huecas desconectadas del ser íntimo.
Parecía una nota dirigida al Director de La AFIP, Sucursal Avellaneda.
Impresionante.
Imagino que te pertenecían (ahora sí... ) describiéndote en forma inigualable, ahora que no necesitaste copiar textos de otros, ni emular baladas de moda.
Increíble. Con brutal honestidad eso era todo lo que verbalmente podía entregar aquel SER que ALGUNA VEZ pareció tan mágico.
Entonces recordé tu desconexión inicial de todo tu mundo emocional, la misma que te llevó a huir de los ejercicios de Joy Morris, la que impedía que lloraras en escenas de pérdidas. Rememoré en flashback los problemas que te trajo el comenzar a entrar en contacto con tus verdaderos sentimientos.
Pude imaginar ya con casi todos los datos que antes ignoraba, que la evasión fue parte del camino para evitar dolerse por lo que antes fue de todas formas y ya nadie podría alterar. En tu cabecita, desde luego.
Son elecciones.
No creo en tus perdones huecos.
Ni en tus disculpas en formato administrativo, como parte de trámite alguno.
Pero te digo OK, para dar por terminado.
Por el Bien de los Dos.
By Abril Lech@
Las nueve de la noche avanzadas fuera del teatro.
Entrenábamos con Joy, faltaba todavía para mi escena.
Yo terminaba la penúltima frase de un escrito donde justamente hablaba de vos.
Había necesitado todo el día ese espacio pequeño de soledad interna para volcar aquellas líneas.
Entonces el teléfono vibró silencioso dos veces con tu nombre.
Y dos más, entre medio, con un número desconocido que luego supe que era el de Andrea.
Tanto tiempo sin que aquellas letras se dibujaran en ese orden específico en el visor de mi pantalla me dejó algo paralizada.
Mi certeza: no debía atender.
Mi desconcierto: las sensaciones venían hacia mí en aquel momento.
Luego un mensaje de texto.
Impersonal. Frío. Apático. Disociado y vacío...
Palabras huecas desconectadas del ser íntimo.
Parecía una nota dirigida al Director de La AFIP, Sucursal Avellaneda.
Impresionante.
Imagino que te pertenecían (ahora sí... ) describiéndote en forma inigualable, ahora que no necesitaste copiar textos de otros, ni emular baladas de moda.
Increíble. Con brutal honestidad eso era todo lo que verbalmente podía entregar aquel SER que ALGUNA VEZ pareció tan mágico.
Entonces recordé tu desconexión inicial de todo tu mundo emocional, la misma que te llevó a huir de los ejercicios de Joy Morris, la que impedía que lloraras en escenas de pérdidas. Rememoré en flashback los problemas que te trajo el comenzar a entrar en contacto con tus verdaderos sentimientos.
Pude imaginar ya con casi todos los datos que antes ignoraba, que la evasión fue parte del camino para evitar dolerse por lo que antes fue de todas formas y ya nadie podría alterar. En tu cabecita, desde luego.
Son elecciones.
No creo en tus perdones huecos.
Ni en tus disculpas en formato administrativo, como parte de trámite alguno.
Pero te digo OK, para dar por terminado.
Por el Bien de los Dos.
By Abril Lech@
3 Comments:
La decepción es un trago amargo y muchas veces necesario para abrir los ojos.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo
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