Se me acaba el Universo
Estaba tan acostumbrado a su presencia
Aquella tarde, igual que otras, él no estuvo donde debieron encontrarse, no recordó que era un día especial, ni la vió cerrar lenta y cuidadosa la pesada puerta que alguna vez los separó del mundo que se movía allí afuera. Habían pasado más de veinte días desde que ella se comunicó con el alma que le llovía, y él, desde algún sitio no pudo, no supo, no quiso.
Leves intentos de dudosos "te quiero", balbuceados desde el desconcierto de quien ya no tiene ni para mentir, lo creyeron a salvo. Por eso tampoco entendió que más tarde ninguna búsqueda se la devolvería. Y cuando el teléfono sonó inútil se sorprendió por primera vez de la pérdida, Entonces en la costumbre de permitir que su propia dejadez eligiera, permitió que su alma no tuviera tan claro quién de los dos desapareció primero.
Pero fue ella. Saliendo de aquel punto impreciso, dirigiéndose a algún otro que no podría explicar. Es verdad que llovía y que no le importaba esta vez mojarse el pelo o los zapatos, que él hubiera cuidado en aquellas épocas en que la sentía importante. Ella, el alma dividida en dos, partida en mitades, abandonándolo todo en la faltante de sus pasos débiles, calle abajo, una más con la corriente.
Fue por última vez en el cansancio de los retazos sacramentales de aquella historia de amor que pareció un reencuentro pero apenas fue un momento.
Leves intentos de dudosos "te quiero", balbuceados desde el desconcierto de quien ya no tiene ni para mentir, lo creyeron a salvo. Por eso tampoco entendió que más tarde ninguna búsqueda se la devolvería. Y cuando el teléfono sonó inútil se sorprendió por primera vez de la pérdida, Entonces en la costumbre de permitir que su propia dejadez eligiera, permitió que su alma no tuviera tan claro quién de los dos desapareció primero.
Pero fue ella. Saliendo de aquel punto impreciso, dirigiéndose a algún otro que no podría explicar. Es verdad que llovía y que no le importaba esta vez mojarse el pelo o los zapatos, que él hubiera cuidado en aquellas épocas en que la sentía importante. Ella, el alma dividida en dos, partida en mitades, abandonándolo todo en la faltante de sus pasos débiles, calle abajo, una más con la corriente.
Fue por última vez en el cansancio de los retazos sacramentales de aquella historia de amor que pareció un reencuentro pero apenas fue un momento.
("Te quiero tanto,
tanto te quiero,
que en este abrazo
se me acaba el universo."
Alejandro Filio)
tanto te quiero,
que en este abrazo
se me acaba el universo."
Alejandro Filio)
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