Reciclados
Son tercos los dedos que retrasan la despedida acariciando las tapas azules de cartón difuso, refugio en papel de parte de lo vivido. Las ha cerrado anudando lenta los hilos adornados con cuentas transparentes y juega por momentos con el señalador que suspende en el espacio un cuarzo transparente, sutil señal que no alcanza.
Es su tesoro sacramental, salvoconducto hacia lo desconocido, contiene en el inicio la advertencia del ingreso al mundo mítico de los seres que transitan la fantasía internándose en lugares insólitos, por alturas desconocidas y aires límpidos. Un desafío disfrazado que elige ingorar.
Así ella se eleva hasta la montaña azul conociéndola de la mano del Mago, guía imprevisto de aquella travesía prodigiosa. Ambos bordean el desfiladero de lo real encontrando sorprendidos el pasaje hacia la fascinación del éxtasis naciente. Será un secreto compartido.
Ahora sólo resta cruzar ese espacio. Hacia lo incierto. El Mago conoce el camino que esta vez le muestra paisajes nuevos, lo ha recorrido no una sino cien veces, pero invariablemente se detiene en aquel punto de límite. Esta vez, sin embargo, duda. Porque la visión es nueva y lo atrapa, por segundos.
Entonces por una fracción pequeña de duda parece que va a continuar lo que eternamente detiene pero no. Repite una vez más su temor, que es lo que conoce finalmente, y decide quedarse de aquel lado. Otra vez.
Ella ya no puede regresar sobre sus pasos, no hay extasis que pueda frenarla. Tien como destino franquear la intangible distancia que separa lo fugaz adentrándose en la eternidad, allí donde aún él no puede, no quiere, no sabe, no es su tiempo.
Antes de abandonarse él extiende aquel cuaderno azul, el del principio, con todas las hojas en blanco, para que ella vuelque cada pedacito de tiempo, por si alguna vez pudiera (quisiera) regresar a compartirlo.
Apura un beso que no alcanza para retener, mientras murmura consejos inútiles destinados a defenderla de un miedo que ella no siente. Como acto final promete todo aquello que no cumplirá e inventa una bendición amorosa para su ausencia.
Cuando es el momento ella gira, se aleja y cruza hacia el verdadero destino. Nunca más sabrá ya nada de aquel que eligió cederle por entero su poder personal a la pequeña cobardía que le habitaba.
Supe luego que ella muchas veces lo imaginó guiando rutinario y en un único gesto repetido a otros seres destinados a lo que él no era capaz. Pero pasó mucho tiempo hasta que ella descubriera que aquel libro no estaba destinado a contener historias reales sino fantasías en formato de papel reciclado.
Para cuando lo notó el espacio de tiempo que los separaba era infinito multiplicándose. Y del falso Mago apenas quedaba un vago recuerdo. Temeroso.
Es su tesoro sacramental, salvoconducto hacia lo desconocido, contiene en el inicio la advertencia del ingreso al mundo mítico de los seres que transitan la fantasía internándose en lugares insólitos, por alturas desconocidas y aires límpidos. Un desafío disfrazado que elige ingorar.
Así ella se eleva hasta la montaña azul conociéndola de la mano del Mago, guía imprevisto de aquella travesía prodigiosa. Ambos bordean el desfiladero de lo real encontrando sorprendidos el pasaje hacia la fascinación del éxtasis naciente. Será un secreto compartido.
Ahora sólo resta cruzar ese espacio. Hacia lo incierto. El Mago conoce el camino que esta vez le muestra paisajes nuevos, lo ha recorrido no una sino cien veces, pero invariablemente se detiene en aquel punto de límite. Esta vez, sin embargo, duda. Porque la visión es nueva y lo atrapa, por segundos.
Entonces por una fracción pequeña de duda parece que va a continuar lo que eternamente detiene pero no. Repite una vez más su temor, que es lo que conoce finalmente, y decide quedarse de aquel lado. Otra vez.
Ella ya no puede regresar sobre sus pasos, no hay extasis que pueda frenarla. Tien como destino franquear la intangible distancia que separa lo fugaz adentrándose en la eternidad, allí donde aún él no puede, no quiere, no sabe, no es su tiempo.
Antes de abandonarse él extiende aquel cuaderno azul, el del principio, con todas las hojas en blanco, para que ella vuelque cada pedacito de tiempo, por si alguna vez pudiera (quisiera) regresar a compartirlo.
Apura un beso que no alcanza para retener, mientras murmura consejos inútiles destinados a defenderla de un miedo que ella no siente. Como acto final promete todo aquello que no cumplirá e inventa una bendición amorosa para su ausencia.
Cuando es el momento ella gira, se aleja y cruza hacia el verdadero destino. Nunca más sabrá ya nada de aquel que eligió cederle por entero su poder personal a la pequeña cobardía que le habitaba.
Supe luego que ella muchas veces lo imaginó guiando rutinario y en un único gesto repetido a otros seres destinados a lo que él no era capaz. Pero pasó mucho tiempo hasta que ella descubriera que aquel libro no estaba destinado a contener historias reales sino fantasías en formato de papel reciclado.
Para cuando lo notó el espacio de tiempo que los separaba era infinito multiplicándose. Y del falso Mago apenas quedaba un vago recuerdo. Temeroso.
Etiquetas: camino, cuarzo, duda, falso, fantasía, Hadas, Mago, mítico, Princesita, Reciclado, temor
3 Comments:
Y es que los falsos magos, tarde o temprano, suelen descuvrir sus cartas...
Gracias por tu visita
Un abrazo
Feliz Navidad
Jo, descubrir, menuda falta, lo siento.
Un abrazo
Sólo que a a veces para cuando las descubres el daño que han hecho es tan inmenso que no tiene reparación alguna...
Besos y Feliz Navidad!!!
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