Avenida Perdida
Es de noche y la Avenida está casi desierta.
Todo es novedad, desde el auto, el camino, la companía.
Él tiene una ternura especial y la mira con aquellos ojos en los que ella cree descansar. Van hacia un puente que divide el mundo entre el Antes y el Después.
Las palabras se ausentan porque basta esa mano firme que acaricia su pierna, toma su mano, la lleva a sus labios para acariciarla con un beso pequeño y suave, tan efímero...
Ella siente paz de plenitud. Todo el mundo cabe en aquel pequeño espacio donde el tiempo detuvo su devenir pextendiendose en linea recta hacia el lugar donde aguarda la Realidad.
Pero ese momento es único, nada lo iguala, silencios inmensos se imponen respetuosos evitando alterar aquella perfección que hora antes, los ha convertido en un sólo abrazo.
El auto avanza. Se desplaza la partida próxima en esta sensación que los suspende dentro de un movimiento inercial del que no son conscientes. Están embriagados. De calma. Del amor en su sitio justo. Por unos minutos más. Movimiento y quietud.
Luego llega el puente.
Es cuando ella comienza a despertar y suele derramar algunas lágrimas que anticipan la separación. Es cuando Él aprieta con mayor fuerza su mano sin quitar la otra del volante mintiendo una eternidad que no existirá, un futuro que no les espera, un mañana que ni bien termine el puente será un ayer.
Sobreviene la despedida. Él se va. Ella también, hacia el lado contrario, creyendo en un lazo invisible y poderoso. Por eso gira por última vez para levantar nuevamente su mano en señal de despedia hacia un sitio inerte que ya no alberga hueso alguno.
Él no está porque ese minuto es pasado. Un nuevo simulacro lo espera del otro lado, en la otra punta de la ciudad, o en algún bar que pocos conocen.
Quizás ha dado vuelta la hoja de su alterada mente para impedirle aceptar lo que minutos antes encontró el corazón y apura la vuelta desandando el camino. Dentro de aquel auto, donde ya nadie lo mira.
BY Abril Lech@
Todo es novedad, desde el auto, el camino, la companía.
Él tiene una ternura especial y la mira con aquellos ojos en los que ella cree descansar. Van hacia un puente que divide el mundo entre el Antes y el Después.
Las palabras se ausentan porque basta esa mano firme que acaricia su pierna, toma su mano, la lleva a sus labios para acariciarla con un beso pequeño y suave, tan efímero...
Ella siente paz de plenitud. Todo el mundo cabe en aquel pequeño espacio donde el tiempo detuvo su devenir pextendiendose en linea recta hacia el lugar donde aguarda la Realidad.
Pero ese momento es único, nada lo iguala, silencios inmensos se imponen respetuosos evitando alterar aquella perfección que hora antes, los ha convertido en un sólo abrazo.
El auto avanza. Se desplaza la partida próxima en esta sensación que los suspende dentro de un movimiento inercial del que no son conscientes. Están embriagados. De calma. Del amor en su sitio justo. Por unos minutos más. Movimiento y quietud.
Luego llega el puente.
Es cuando ella comienza a despertar y suele derramar algunas lágrimas que anticipan la separación. Es cuando Él aprieta con mayor fuerza su mano sin quitar la otra del volante mintiendo una eternidad que no existirá, un futuro que no les espera, un mañana que ni bien termine el puente será un ayer.
Sobreviene la despedida. Él se va. Ella también, hacia el lado contrario, creyendo en un lazo invisible y poderoso. Por eso gira por última vez para levantar nuevamente su mano en señal de despedia hacia un sitio inerte que ya no alberga hueso alguno.
Él no está porque ese minuto es pasado. Un nuevo simulacro lo espera del otro lado, en la otra punta de la ciudad, o en algún bar que pocos conocen.
Quizás ha dado vuelta la hoja de su alterada mente para impedirle aceptar lo que minutos antes encontró el corazón y apura la vuelta desandando el camino. Dentro de aquel auto, donde ya nadie lo mira.
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